22.12.10

Otro calendario que pasa al olvido.


Navidad, Navidad, dulce Navidad cantan algunos. ¿Cómo saben que es dulce si nadie se comió la Navidad? El Grinch es el ejemplo más parecido a comerse una Navidad, si quieren, pero nada de comérsela.

Con la Navidad llegan los regalos y con los regalos la felicidad, una triste felicidad desprendida del consumo desmedido. Pero que bien se siente uno, al consumir y formar parte de este sistema que nos enredó, nos atrapó, nos conquistó y, hasta nuevo aviso, nos manejará.

La Navidad se acerca junto al fin de año, el momento en el que curiosamente todos somos grandes analistas. Analizamos los últimos 12 meses, lo que pasó y lo que no pasó, lo que podría haber pasado si todos los planetas se alineaban a nuestro favor y lo que zafamos gracias a esa excusa brillante que se nos ocurrió en el momento justo.

Nunca, pero nunca falta el brindis y ahí te quebrás.No por tomarte una copita de más de la sidra que te regalaron en la cajita navideña del trabajo ni por degustar la nueva champaña que trajo ese pariente que aparece solo en esta época, simplemente te quebrás porque recordás las grandes alegrías y las personas con las que te falta hacer chin-chin. Cuesta entender porqué no vas a volver a disfrutar de su presencia...

Todo el flash, es eso, un flash y por suerte se funde en un estallido en el cielo: colores y estruendos arriba, abajo vecinos saludándose, incluso ligás un beso de la viejita chillona que te pinchó la Caprichito durante toda tu infancia.

En familia, con sonrisas y algunas lágrimas tienen que pasar estas fiestas, con trabajo y pan (si es dulce mejor), en paz y cuidándonos entre todos.

Felices fiestas a todos ustedes! Ojalá reciban los cariños que desean, las palabras que quieren escuchar, las risas que desean compartir y puedan disfrutar de todos y cada uno de sus seres queridos, los que están y los que esperamos reencontrar en algún momento.

9.12.10

Apasionado


El tren de la ilusión tuvo que pasar inesperadamente por lo que nadie se animaba a imaginar, una frustración sin consuelo y un dolor de esos inexplicables se apoderó de todos sus pasajeros. Fue hace días que ocurrió este episodio, pero para ser sincero conmigo mismo dejé pasar unos días y enfriar las ideas.

El club de fútbol profesional del cual me enamoraron de chiquito me dio alegrías en decenas de ocasiones y también me quitó horas de sueño para ver como otros colores se llevaban lo que parecía nuestro. Todas emociones de esas que te llenan pero nada como lo que te da un club amateur, de barrio e incluso de un deporte  impopular.

Tuvieron que pasar cerca 15 años para darme cuenta que desde chiquito tengo unos colores impregnados en las venas, que nadie nunca podrá desteñir y muchos menos pintar por encima. No se cuantos afuera ni cuantos había exactamente adentro del campo de juego, pero lo que no quedan dudas es de que cada respiración aspiraba sueños y exhalaba hambre de gloria.

Tal vez demasiado palabrerío para algo que no van a entender los ajenos a este sentimiento, para los que no vieron esa pelota inflar la red, al arquero revolcarse por el suelo, no sintieron que el diámetro de la boca no alcanzaba para alentar a los players y por qué no para también enarbolar el mejor insulto de tu vida hacia ese rival de calidad o al árbitro que no falló a tu favor.

Todos los que tengan una pasión entenderán y los demás esperarán nuevas palabras sobre algún tema de su incumbencia, pero sea por lo que sea que se apasionen nunca dejen de sentir esa vibración en el pecho que nunca nadie podrá explicar...