28.3.10

Fin del fin de semana.


Domingo por la tarde, unos cálculos financieros me seducen desde la otra punta del escritorio pero le esquivo a su encanto. Los primeros días del otoño no recibieron el anuncio de bajar su temperatura y aquí estoy con un vaso de agua fría y un destartalado ventilador de pie, haciéndole frente al calor.

Música saliendo de los parlantes es lo que me envuelve, nada en especial: algún rock para aumentar en dolor de cabeza, un folklore para tener presente las raíces, una cumbia para dar esa sensación de alegría y alguna balada para no olvidarme de ella.

Pasan las canciones, el calor no disminuye y el sol va escondiéndose entre los tejados del barrio, ahora precisamente está sumergiendo su brillo en la terraza de Doña Rosa. Así va llegando a su fin un Domingo en el que los colores de tu equipo se destiñeron y consecuentemente llega el final del fin de semana, el balance arroja un saldo negativo a la hora de hablar de descanso pero con enormes ganancias si prestamos atención a los agradables momentos pasados con ellos, con ellas y con vos.

Se van los supuestos días de descanso y los despido de esta manera: escribiendo y describiendo las sensaciones de un típico Domingo.

21.3.10

¿Cuándo vuelve el desaparecido?



Cae la noche en mi ciudad, esa que hace unos años era dueña de un pozo que se mantenía en funcionamiento a costa de vidas humanas. Es verdad que fueron años que no viví y esta vez escribo de oído pero cualquier mínima muestra de memoria es importante para que no olvidemos, para que conozcamos, para que nunca más nos pase.

Ya sea en primer plano, segundo o tercero todos somos parte de ese capítulo negro de la historia: los que desaparecieron, los que salieron a buscar, los hijos de puta que se los llevaron, los que siguen contando la historia, los que transmitimos la idea de no olvidar.

Treinta años atrás, en la misma noche que hoy vivo tranquilo en mi casa, resonaban las botas en la calle, volaban palos, el vecino desaparecía en un Ford verde, un avión arrojaba cuerpos al Río de la Plata, una locura militar era dueña de mi país, las madres en la plaza lloraban por sus hijos y un presidente explicaba lo inexplicable: que eran una incógnita, desaparecidos, no están ni muertos ni vivos, están desaparecidos.

Agradezco poder vivir en democracia, aún con todas sus fallas, y pertenecer a una juventud que se horroriza al conocer el pasado, que nunca va a olvidar y que desde el estudio y el trabajo piensa en mejorar el sistema pero nunca más llamar a gritos a una dictadura militar. Me cuesta creer que cuando las cosas se complican, cuando la inseguridad se apropia de los noticieros y cuando una porción de chicos cada vez más jóvenes son protagonistas de asaltos y asesinatos existan quienes con la mirada en el cielo añoran un regreso militar al poder.

¿Será por problemas de la edad que van perdiendo la memoria?

14.3.10

Por suerte, otra vez lo mismo...



Una tarde soleada como muchas otras es la que oficiaba de escenario. Algunas ráfagas de viento cálido reducían la sensación térmica de nuestros cuerpos, eso poco importaba ya que somos conscientes de que es insignificante el clima cuando tenemos ganas de estar juntos.

Por suerte, al llegar vi tu sonrisa y me contagié. Entrelazamos los dedos y comenzamos a andar. Una esquina donde hay que frenar, una cuadra con veredas rotas, una esquina en la que podemos continuar sin esperar que la luz verde de paso peatonal, la cuadra que contiene nuestro primer beso y así seguimos...

Llegamos a la esquina que es testigo de como vamos formando una relación: gustarse, engancharse y quizá enamorarse. Entre risas y silencios, entre palabras y seriedad nos vamos conociendo; entre besos, abrazos y caricias también.

Las nubes lo tapan y luego se duerme en la oscuridad, no quiere perderse ni un segundo de nuestra historia pero, al Sol, le llegó la hora de retirarse. Nosotros seguimos ahí, riendo, hablando, discutiendo, abrazados, alejados, viendo como la Luna dice presente junto a un sinfín de estrellas que le hacen compañía en la agradable noche que se avecina.

Pasó el tiempo, es hora de volver a casa y otra vez lo mismo: el reloj, estoy convencido, que cansado de vernos sonreír aceleró su ritmo para alejarnos y nuevamente dejarnos ansiosos por volver a vernos, por estar juntos cuando el Sol se duerma y la Luna se despierte.

7.3.10

Causa común


Todos los días se aprende algo dicen algunos y la lección de hoy es que después de todo las que son todas iguales son ellas. Siempre fueron una materia difícil para mí, nunca un siete para respirar aliviado e incluso con exámenes que no llegaban ni al cuatro.

Mujeres, chicas, muchachas, señoras y señoritas son tema de conversación en toda reunión. Nosotros buscando entenderlas, analizando cada movimiento y ellas, en algunos casos, haciendo autocrítica y, en otros, malgastando su saliva en hablar mal de "la otra".

Un mesa con copas que contenían algunos restos de gaseosa, un mate pasando de mano en mano, una torta casera que desaparecía lentamente y un televisor reproduciendo sonido de fondo era el panorama. Seis personajes distintos pero iguales, similares pero diferentes eran los participantes. Tres de los míos y tres de ellas conversaban sobre el pasado, presente y futuro; sobre los estudios y sobre amoríos.

Escuchar dicen que es de sabio y en mi momento de sabiduría del día me detuve a escucharlas a ellas para darme cuenta de que son todas iguales. Las historias eran diferentes, de distinta duración, con problemáticas que distaban de resolverse de la misma manera pero todas con la lengua filosa puestas en las ex de sus actuales parejas.