19.7.09

Hay un lugar para vos


Otra vez frente al monitor dándome manija, pero hoy no vengo a quejarme porque mi corazón está solo sino porque, al contrario, está muy acompañado. La situación que pretendo describir y transmitir a ustedes mediante este texto es una que puede ser rescatada de un día cualquiera pero también cualquier día se puede convertir en especial...

Una vez más, sentado en mi lugar de la mesa, ese que está frente al televisor y cerca de la heladera. A la derecha está él, el que me banco siempre, el que aunque esté en desacuerdo siempre me dio una mano, el que tiene toda mi confianza y puede decir lo que estoy pensando antes de que pueda darlo a conocer en voz alta.

Enfrente veo a esas dos muchachas con las que por cuestiones no muy claras no llego a compartir todo lo que me gustaría pero cada vez que estamos juntos no nos olvidamos de preguntarnos "¿Cómo anda tu vida?¿Qué contas?". Y en ese momento es cuando reconfirmo que el lazo que nos une está intacto, sacamos a relucir toda la confianza que nos tenemos y contamos descaradamente los golpes que nos dio la vida y las veces que le dimos vuelta el partido.

Y a la izquierda, mientras giro la cabeza veo que no faltaron esos inadaptados que critican al por mayor, que roban sonrisas en cualquier momento, a los que sacarles el último dulce no es un delito sino una gran victoria que recordaremos por mucho tiempo y nos reiremos diciendo "Que hijo de puta, que bien que la hizo ese día."

Estaba disfrutando tanto de ellos que me había olvidado del pequeño SAMSUNG que brillaba sobre la mesa. Como por arte de magia o más bien como un reclamo por no tenerlo en cuenta empezó a vibrar y cantar. Al ver quién era el que había provocado esa reacción en mi celular se empezó a dibujar una nueva sonrisa en mi rostro.

La que llamaba era ella, esa amiguita con la que empezamos hace poco a recorrer un camino juntos pero parece que venimos pateando desde hace rato por los paraísos y pantanos de nuestras vidas. Y después de un caluroso saludo y demás, me contó que estaba con esas loquitas lindas que también son parte de mi día a día hace poco pero que venimos creciendo juntos y vamos a llegar lejos si el destino no nos juega una mala pasada.

Corté el teléfono y antes de volver a depositarlo sobre la mesa, aprovechando que ya lo tenía en la mano, busqué el número de aquella persona con la que compartí 19 años, casi sin perderme nada. Esa persona con la que compartí desde paseos en el cochecito para bebés hasta unos ricos tragos en algún boliche. Obviamente en el medio de eso pasaron miles de cosas y por eso mismo era imposible no saludarnos un día como hoy.

Ahora sí, basta de llamados telefónicos por hoy, los aborrezco y dos al hilo es algo que pocas veces se podrá apreciar en mi rutina. Me doy cuenta de que mientras hablaba con esos personajes de mi historia, en el comedor eramos varios más, había llegado un puñado de esos "psicópatas delirantes" que tan feliz me hacen.

Me quedo con la vista clavada en un punto fijo, ni muy alto ni muy bajo, ni cercano ni lejano. Una pesada mano impacta en mi espalda y una voz salida del mismo sujeto golpeador dice "Eu! ¿Que te pasa?"
Lo miro y sacudiendo la cabeza respondo "Nada, nada. Me colgué." Pero yo se que si me pasaba algo. Me estaba dando cuenta que tengo unos amigos de la puta madre. Y ya a esta altura no me importa si las palabras arruinan el relato, lo importante son ellos y que los tengo y puedo decirles una vez más, FELIZ DÍA.

11.7.09

El motivo más abstracto


Otra noche de sábado que debido a la "paranoia" sanitaria hay que pasar en casa. No es que me alejo de mí para decir que si las circunstancias fueran otras estaría de joda pero tal vez no estaría acá escribiendo.

Se me hicieron largas las 23 hs. que pasaron de este día pero en este momento vuelvo a recordar lo mismo que recordaba ayer durante el atardecer. Ya hace rato de esto pero me acuerdo perfectamente de esa tarde de verano en la que sus labios, antes tan disfrutados por los mios, se separaron para emitir las siguientes palabras: "-- -- ---- ---"

N
unca pensé que esas palabras que pasan casi desapercibidas cuando están separadas sean tan recordadas cuando se juntan.

Otra vez sentí las piernas temblar, las palabras que llegaban a la campanilla giraban 180º para esconderse en la garganta fría a causa de un helado recién disfrutado

Desde ese momento una fecha insignificante pasó a marcar el fin de una etapa.

Así determinó lo mejor para los dos, sin consulta previa pero con gran convicción.

Puede ser que haya sido responsable de que desinflara mi pecho con esas palabras pero sigo sintiendo que había términos medios.

A partir de esa frase cambió todo. ¿Podremos volver a disfrutar de un momento juntos?

Raros fueron los minutos posteriores y raros siguen siendo los días del presente.

A pesar de sus firmes palabras me empeñé en tratar de cambiar una decisión ya tomada.

Más allá de lo duro que fue escuchar eso, el corazón sigue latiendo agitado cuando se cruza en mi camino. Por algo le dicen "bobo".

Aunque muchos de los míos y de los suyos recomiendan el "ya fue", yo espero algo más que esa frase con la que fui derrotado la tarde de verano que se enfrío más que Bs. As. el 9 de Julio del 2007.

S
i los resultados no se pueden cambiar, solo espero que la frase para llegar a tal desenlace sea otra, un poco más convincente.

"No da para más" fue lo que escuché aquella tarde.

6.7.09

¿Quién si no es ella?


Abrí los ojos y la luz del día empezó a penetrar en mi cuerpo. La frazada como de costumbre estaba a un costado de mí, sin cumplir su función de darme calor. La mesa de luz, una vez más, se encontraba en un perfecto desorden: libros por leer, una lamparita quemada, un despertador al que le fallan algunas lucecitas y cuesta entender que hora es y un celular que no recibe ningún contenido interesante desde hace meses.

Comienzo a despegar el cuerpo del colchón y veo que debajo de este semi mundo cálido y acogedor que llamamos cama, se encuentra otro frío y más extenso que se encuentra en igual o peor caos.. Las zapatillas todavía con los cordones atados buscan su par, el almohadón que funciona como objeto de decoración en la cama se encuentra allí abajo estirando una de sus puntas para que lo ayude a subir y la ropa anda por ahí tratando de formar un cuerpo entero.

Ya las pupilas se dilatan al máximo, por la ventana entra esa batería gigante que suelo considerar al Sol. Puedo ver un poco más allá. Está la mesa de trabajo o simplemente el escritorio, otro universo en problemas tal como muestran los noticieros a nuestro mundo. Allí los que luchan por una porción de tierra, o mejor dicho de madera, son los discos musicales que me sacaron una sonrisa la noche anterior, el lapicero con todos sus inquilinos que permiten expresarme, las llaves que me dan una chance más de estar en mi casa y el portasahumerio con un suicida ya consumido que aromatizó mi cuarto hace unas horas atrás.

Mientras enumeraba todas las cosas que me rodean, mi cuerpo con un ritmo un poco simpático y un tanto torpe terminó de reincorporarse. Ya lo único que queda besando el colchón son las piernas. Y si, por fin mis ojos se cruzan con lo más importante que podía encontrar en esta mañana a mi alcance. Ahí está ella, con una mano cálida apoyada sobre uno de mis tobillos recubiertos por la sábana. Mi vieja, con una sonrisa pícara que se desarma para darle forma a las siguientes palabras: -Dale, levantate. Son las 12 y ya te preparé la chocolatada con tostadas.