30.6.11

En busca de la hierba seca...


Quizás por tratarse de un rebelde sin causa o quizás por ser de esos que se dice que tienen pocas luces es que él siempre se quedó a un costado del protagonismo. No era de ajustarse el cinturón y empezar a batallar, tan solo apreciaba la escena desde un costado y, a mi parecer, consideraba utópico llegar a comportarse como los galancitos de salón.

Años de maduración pasaron, tantos como los que tardó ese yuyo en crecer. Vio a los de la vieja escuela que impresionaban con un  "Séptimo regimiento" ya en desuso, también a las estrellas del momento que se acercaban  al objetivo con un revolucionario "New Age", a los rudos que presentaban su vaso oscuro con un 70 Fernet - 30 Coca y a los que barrían largas barras vaciando mojitos.

A todos ellos los observó desde un costado, con admiración y algo de envidia. Mientras todos terminaban el día haciendo un recuento de sus víctimas, él caminaba a la par oyendo esas historias sin emitir sonido alguno. Al llegar a casa abría la puerta que permitía el paso al jardín, se confortaba con el olor a hierba fresca y pasaba un buen rato dándole los mimos necesarios para agradecerle los beneficios que le daría en un futuro...

Sin dudas fue un trabajo lento pero ahí está él ahora, en su casa y con su plantita ya adulta. Una muchacha entra buscando escapar de sus problemas y sale con apariencia de haberlo logrado, atrás va otra que también parece salir satisfecha....

Ni un "Séptimo regimiento" ni un "New Age", mucho menos un Fernet pudieron traerle al muchacho tan buenos resultados como los que a él le trajo su plantita de yerba mate.

20.6.11

Alcancía subterránea


A las corridas, como siempre pasan los días en esta ciudad, voy una vez más al submundo. Un hombro que da contra una señora, el otro que es  impactado por la mochila de algún estudiante. Tantas caras con las que compartimos sensaciones y no nos conocemos, tantas preocupaciones reunidas en unos pocos metros.

De pronto llega la formación, seis vagones, todos diferentes: uno con tapizado azul, otro rojo, unos con grafittis en sus ventanas y algunos pocos que parecen recién salidos de fábrica. Tan diferentes como ellos somos todos nosotros, parados ahí fuera esperando que abra las puertas para emprender el viaje.

Una vez adentro fue donde comencé a sentirme dentro de una alcancía. Una monedita por aquí, otra por allá. Todos personajes tristes los que piden colaboración... Esa nena con apenas una decena de años que lleva a su hermanito en brazos, la señora no vidente que se abre paso entre la multitud haciendo sonar su latita para que perciban su presencia, aquel hombre discapacitado que relata su historia y no puede más que pedir ayuda...

Al fondo, tratando de escapar de esa desolación, me encontré con ellos que no tienen suerte pero si certeza de lo que los hace felices, un batuque que resuena dentro de la alcancía poniendo algún color a tanto gris y soñando con que algún día los sobrevivientes de la caridad no necesiten más de la monedita...