31.8.09

Distintos es lo mismo...


Otro atardecer que se pierde en la pared del fondo de mi casa. Otra esfera anaranjada que va desapareciendo al rozar la medianera. De esta forma van llegando a su fin todos los días, desde antes de mi existencia que supongo que es así, y no es lo único que se mantiene a lo largo del tiempo.

Los hombres y, más precisamente, algunas de sus actitudes más reprochables son las que también están marcadas a fuego en la cotideaneidad. Hace unos días que esta idea merodea por mi cabeza, golpeando la parte interna de los parietales para salir y aspirar un poco de aire fresco.

Nuevamente, en mi día, hace su aparición esta actitud humana que no puedo asimilar después de convivir con ella la totalidad de mi vida. Otra vez, me rodean situaciones indignantes en las que una persona disfruta de ser diferente a otra creyendo que está un escalón más arriba.

Al pasar por la puerta del colegio están esos personajes insensibles que señalan con el índice y muestran sus blancas sonrisas al referirse al "gordo", al "cuatrochi" y, porque no, al "bizco".

Seguís dando pasos por ese barrio tan tuyo y tan extraño, y te encontrás con las señoras que simulan pertenecer a la alta sociedad, ellas a pesar de estar ya marcadas por el paso del tiempo conservan la esencia de esta actitud desagradable. -"Cuidado Mirtha! Ese que viene ahí seguro nos roba. Tiene un buzo sucio, zapatillas gastadas... pinta de chorro"

Y así miles de imágenes reprochables se cruzan en mi cabeza. Lo sufre el gordo, el flaco, el negro, el pálido, el pobre, el que estudia, el desocupado, el enfermo. Lo sufrimos todos. No nos riamos de las diferencias de los demás. No somos todos iguales y no tenemos porque serlo, aceptemos al del al lado y de una vez por todas erradiquemos la DISCRIMINACIÓN.

22.8.09

-------->Al revés<--------


Otro sábado en el que, a mi nombre, llega una infracción de tránsito. Siempre rompiendo la misma regla, una vez más estoy a contramano. No lo puedo evitar, consigo bajar mi velocidad hasta cumplir con la máxima permitida, realizo paradas en los lugares permitidos pero no puedo evitar ir en contra de la manada.

Y no me jacto de ser un rebelde que rompe las normas. El rebelde de mi estilo tiene puntos débiles muy fáciles de encontrar y no la pasa bien siempre que enfrenta a la mayoría. Se sufre, se lamenta, se llora, se enoja y todas esas sensaciones que están lejos de arrancar una alegría.

Es sábado y todos van para allá. ¡Que felices que se los ve! Yo voy para el otro lado, con la mirada perdida, sin rumbo y con una leve sensación de que estoy en un lugar equivocado. Uno no elige a la familia y tampoco elige la época que le tocará vivir.

No es la primera vez que quien escribe estas líneas se siente perdido, siente que forma parte de una generación que no encastra con sus intereses, diversiones, valores. No puedo quejarme de lo que soy parte, ¿o si?

Formo parte de una adolescencia que no comparte nada conmigo, no me integra, no me acepta como miembro. Escuché por ahí que hay que cumplir ciertos requisitos que no cumplo. Disfruto de respetar a las personas, no me causa gracia ingerir litros y litros de sustancias perjudiciales para la salud, valoro las buenas intenciones y demás actitudes y acciones que parecen no ser importantes en mi entorno.

Señor lector, no intento que acepte mis tontos razonamientos sobre lo que algunos se empeñan en llamar los jóvenes perdidos. Tampoco considero eso, no tenemos una juventud perdida pero tampoco tan encontrada. Soy de los que me desencuentro facilmente y que me lleno de alegría cuando a mi lado aparece otro compadre perdido. Por suerte, para evitar mi desánimo en el camino van llegando esos vagos que nos mantenemos al costado del camino y resistimos hasta que se nos abra la puerta de la plena y aburrida adultez.

16.8.09

Juego de no tan niños


"Al don, al don, al don pirulero..." ¿A alguien le suena? A mi sí, recuerdo tardes con mi abuela saboreando ese budín que aún hoy sigo prefiriendo sobre cualquier tipo de galletitas envasadas en papeles coloridos. Entre bocado y bocado, escuchaba esa voz alegre y cansada del día a día.

Hoy, no era esa parte de la letra la que me hacia ruido en la cabeza, sino lo que sigue. ¿Se acuerdan? "...cada cual, cada cual, atiende su juego." Estoy seguro de que la abuela nunca pensó que esa canción iba a ayudarme a describir lo que pasa a mi alrededor dieciocho años después.

En mi país, por no generalizar en el mundo al cual no conozco en detalles, ya hace rato que se ven a los que atienden su juego. Y las prendas que eligen para los demás cada vez son más costosas. Ya no importa si se pagan con dinero, con sudor, con lágrimas o hasta con sangre. Lo importante es no perder de vista el juego propio y si podemos distraer al de al lado para que tenga que pagar con una jugosa prenda mucho mejor.

Todo eso es lo que veo a mi alrededor. Cuando el zorro en vez de realizar la multa correspondiente me guiña un ojo es porque está atendiendo su juego. Cuando la gente camina con la frente en alto, para no ver al nene sucio y mal vestido que pide un miñoncito para callar el ruido d la panza, está atendiendo su juego. Cuando la elegante empresa recién llegada del viejo continente deja sin trabajo a mi tío está atendiendo su juego...

Una nueva merienda me espera, el budín de la abuela sigue presente y "Al don, al don, al don pirulero. Cada cual, cada cual, atiende su juego y el que no, y el que no una prenda tendrá"

5.8.09

Grandulón


Otra madrugada que me encuentra tirado en la cama, con las luces apagadas pero sin sueño. O tal vez ocultándolo. Los días pasan y me doy cuenta que se los devora la cotideaneidad. La rutina es mucho más poderosa que los eventos anormales y los convierte en algo casi imperceptible.

Hace poco más de 3 semanas que me jacto de que soy un trabajador. Y hace más o menos ese mismo tiempo que estoy sumergido en una vida rutinaria en su totalidad. de pronto, caigo en la cuenta que voy camino al vigésimo aniversario de mi vida, de que estoy creciendo y que las cosas que hasta hace dos años atrás eran color de rosas empiezan a tomar un tono grisáceo.

"Estás creciendo." Fue la frase salvadora que dispararon algunos y que mi cabeza no tardó en dar por válida. Crecer, crecer, crecer. Esa es la palabra que me ayudó miles de veces para alcanzar un objetivo y que sigo recordando cada vez que un nuevo obstáculo interrumpe mi camino.

¿Qué tan duro es crecer? Hasta ahora, siempre que alguien me decía "Que grande que estás" Yo simplemente sonreía, me ponía colorado y asentía con un leve movimiento de cabeza. Ahora la frase "Ya estás grande" tiene otras intenciones, a veces no se como tomarla, que sentido darle y para donde correr.

El precio de crecer es olvidarse de los grandes soldados del pasado. Al menos eso siento por momentos. Habrá que dejar de tomar la chocolatada con el amiguito de turno, esquivar las invitaciones para reír todos los días, dejar de perfeccionarse en ese hobby que tantas sonrisas y disgustos nos robó.

Es tiempo de preocuparse por las malditas finanzas, de empezar a desarrollarse con nombre propio, soltar la mano de mamá y cruzar las avenidas de esta accidentada ciudad.

Escribo sin rumbo, ya no se como darle un cierre a este relato nocturno que se comió algunos minutos de la oscuridad que me rodea. Llegó la hora de dejar de escribir y sumergirme en los sueños, que esos sí, no los pierde ni el más viejo de los hombres.