21.9.10

El otro lado de la primavera.


Vamos con la cabeza gacha, primero para un lado y después para el otro. Chocamos, como si fuéramos autitos chocadores, pero no nos miramos a los ojos por miedo a encontrarnos a nosotros mismos en el reflejo. Salimos del encierro con una sonrisa de plástico adherida a la cara, para evitar la preocupación de la gente, para mentirnos con nuestro bienestar y empezar una estación de flores y color.

¡Feliz primavera! Nos decimos entre nosotros, pero no a quien lo merece. Se caen los grandes bosques del mundo, el agua se pudre en tus cañerías, el bichito que está en la jaula es el último de su especie pero... luce tan lindo en el living. ¡Gracias!, respondemos al saludo pero tenemos los auriculares puestos para no escuchar el grito de la madre tierra, la única a la que tendríamos que homenajear. 

¡Feliz día del estudiante! Es la frase que no deja de recibir el que va todos los días al colegio o universidad,  el que junta monedas de diez centavos para comprar el lápiz de color que le pidió la maestra y mamá no puede comprar. Una lástima que la frase se ensucia cuando la regalamos, y se la damos al que hace del estudiante un ser mediocre, un vago, una juventud perdida. Estudiantes a estudiar, para no perder la memoria y alcanzar al futuro, para que nunca más un lápiz caiga al asfalto por la fuerza de quien nos tiene miedo.

No todo es color de rosas y menos cuando una rosa cuesta ocho pesos en las calles de la Capital Federal. Para mí la primavera sos vos, que me das ese calorcito y color que se necesita cuando está fresco y grisáceo. Y estudiantes son los que aprovechamos la oportunidad que nos da la familia y/o la sociedad para mejorar, crecer, desarrollarnos y revertir la situación de esta nación llena de ladrones.

12.9.10

Hoy no estás como ayer...


Cuando hay ideas no hay tiempo, cuando hay tiempo no hay ideas y así se nos muere la literatura artesanal. Que difícil que se hace sacar el alma afuera cuando ya metiste tus narices en el sistema capitalista. Momentos de no hacer nada la verdad que no faltan pero en esos momentos no tengo mi pc a mano para poder escribir y borrar cientos de veces hasta que el convencimiento y el cansancio llevan el cursor hacia el botón digital que indica "Publicar".

En esos tiempos muertos, minutos que sobran del almuerzo, previas a una aburrida clase universitaria y largos viajes en solitario con la cabeza apoyada sobre alguna ventanilla de subte, tren o colectivo, la imaginación suele prenderse en su máximo nivel, me relata una idea, la transforma en texto y la publica en el aire. Así es como después yo tendría que transcribirlo al blog y presentárselo a ustedes para que lo disfruten pero muy pocas veces llego a retenerlo hasta que el tiempo me permita sentarme a escribir.

Esta semana el tema sobre el que mi mente había publicado era mi "oma", que hace poco menos de un año no está físicamente conmigo. Todo comenzó a hilarse después de escuchar la idea comer lechón en familia o con amigos, allí instantáneamente se me vino la imagen de ella tomando las riendas de la parrilla, cocinando el lechón desde temprano y, minutos antes de empezar a comer, darme como trofeo la colita del chancho para que la saboree.

Eso se enganchó a la idea de que la vida está construida de pequeñas cosas y de esa manera me di cuenta que ella fueron cientos de pequeñas cosas que hoy la hacen estar conmigo a pesar de estar en un viaje eterno visitando al "ota" Ignacio. Las masitas de colores que no faltaban en los cumpleaños, las tarjetas españolas que invitaban a mis cumpleaños, las tostadas con manteca derretida y azúcar o sal, las partidas de Burako, las vacaciones en San Bernardo, las diversas excursiones, las noches en su casa, el aguante cada sábado para ir a vestir la camiseta de S.E.D.A.L.O., todas pequeñas cosas que hacen que ella siga tan presente como si nunca una enfermedad se la haya llevado de mis días.

No digo genialidades ni creo entender la vida a la perfección pero si aceptan la propuesta busquen todas las pequeñas cosas que formaron a cada ser querido que ya no está entre ustedes y seguramente tendrán una imagen mucho más nítida que la que tiene la memoria de un maniquí de carne y hueso.