16.11.11

T.E.G.


Hace años atrás, mientras el  Sol caía en el patio de alguna casa de la cuadra, me amotinaba en algún living con un puñado de compañeros de andanzas para adueñarnos de la mesa ratona o el piso, desplegar el tablero y pasar varias horas entre leche chocolatada y masitas.

Las horas pasaron, el Sol terminó de desaparecer detrás de alguna pared, la Luna se puso cómoda entre las estrellas y el living lo seguimos ocupando. Aparecieron caras nuevas, caras que veo desde hace muchos años, todas con los ojos fijos en el tablero cubierto de fichitas de colores. Las azules invadiendo a las amarillas, las negras avanzando sobre las rojas y así cambia la composición de los habitantes de cada territorio...

Siguieron pasando los años, las lunas y los soles, el tablero ya despintado quedó en desuso, guardado en un armario repleto de recuerdos. Las chocolatadas de la tarde que luego se habían convertido en frías cervezas ya quedan solo en mi memoria. No hay fichas que mover ni dados que lanzar pero yo sigo en el living pensando la próxima jugada para acercarme de una vez por todas a conquistarte, como esas largas tardes que pasé intentando invadir Kamchatka.

10.11.11

Por las noches desespera



Siete de la tarde marca el reloj del Blackberry y el entorno se encarga de asegurarme que la hora es correcta. Dentro de un subte que atraviesa la gran ciudad me rodean esas caras desconocidas que quizás nunca vi ni volveré a ver o aunque si lo hiciera, no recordaría. Los auriculares a un alto volumen ayudan a abstraerme de la sofocante y cotidiana escena pero lo consigo completamente cuando lo encuentro a él, a mi reflejo en el vidrio de la ventanilla sucia y descuidada.

Ese es el momento, el instante, que no se da desde hace tiempo. El encontrarme conmigo, mirarme a mi mismo como a un desconocido y llegar a conocerme, comprenderme e intentar aceptarme. Ya no importa a quién le tocó el turno en la lista de reproducción, el diálogo es entre él y yo, entre yo y yo...

Hay muchas cosas que decirnos, muchos planteos que hacernos pero el primero en el que ambos coincidimos en tratar es la constante presencia de ella, la que tanto buscamos, la que idealizamos una y otra vez, la que conseguimos y ya no queremos más.

¿Qué pasó con ella que si tantas veces nos sedujo y nos hizo felices ya no nos complace? Ella cambió. Nosotros cambiamos. No somos tan compatibles como creíamos... Una y otra conjetura se escapan de mis ojos a mi reflejo, sin palabras de por medio pero imposible encontrar una respuesta que se alce entre las demás como válida y certera.

Suena la chicharra que indica la llegada a destino, el ficticio diálogo se interrumpe bruscamente y el único pensamiento que queda boyando en la cabeza mientras los pies me llevan a casa es: "Quizás Soledad y yo no debamos pasar tanto tiempo juntos, somos buenos amigos pero no más que eso..."