10.11.11

Por las noches desespera



Siete de la tarde marca el reloj del Blackberry y el entorno se encarga de asegurarme que la hora es correcta. Dentro de un subte que atraviesa la gran ciudad me rodean esas caras desconocidas que quizás nunca vi ni volveré a ver o aunque si lo hiciera, no recordaría. Los auriculares a un alto volumen ayudan a abstraerme de la sofocante y cotidiana escena pero lo consigo completamente cuando lo encuentro a él, a mi reflejo en el vidrio de la ventanilla sucia y descuidada.

Ese es el momento, el instante, que no se da desde hace tiempo. El encontrarme conmigo, mirarme a mi mismo como a un desconocido y llegar a conocerme, comprenderme e intentar aceptarme. Ya no importa a quién le tocó el turno en la lista de reproducción, el diálogo es entre él y yo, entre yo y yo...

Hay muchas cosas que decirnos, muchos planteos que hacernos pero el primero en el que ambos coincidimos en tratar es la constante presencia de ella, la que tanto buscamos, la que idealizamos una y otra vez, la que conseguimos y ya no queremos más.

¿Qué pasó con ella que si tantas veces nos sedujo y nos hizo felices ya no nos complace? Ella cambió. Nosotros cambiamos. No somos tan compatibles como creíamos... Una y otra conjetura se escapan de mis ojos a mi reflejo, sin palabras de por medio pero imposible encontrar una respuesta que se alce entre las demás como válida y certera.

Suena la chicharra que indica la llegada a destino, el ficticio diálogo se interrumpe bruscamente y el único pensamiento que queda boyando en la cabeza mientras los pies me llevan a casa es: "Quizás Soledad y yo no debamos pasar tanto tiempo juntos, somos buenos amigos pero no más que eso..."

3 comentarios:

  1. Coincido, una vez más...

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  2. Retomamos bastante bien, me gusto el texto y coincido a full, es como si te hubieras metido en mi cabeza..
    Pues sigue asi con tu aire de escritor que aqui tienes una seguidora fija

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  3. Muy bueno, suele pasarme lo mismo.

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