
Las circunstancias provocan que empiece a odiar las noches. La casa en silencio, el perro al pie de la cama y yo con un desorden de ideas que no me permite disfrutar de la aparente calma que me rodea.
Ya no tiene sentido estrellar los nudillos contra la pared o derramar lágrimas en silencio, está todo dicho. La cuenta regresiva comenzó, como en las películas, el tiempo no se detendrá y la bomba está por estallar.
Que lástima que en esta película no hubo presupuesto para contratar al héroe que sabe cuál es el cable a cortar y transforma las caras de espanto en sonrisas interminables. Esta vez, cuando la cuenta llegue a cero no habrá nada más por hacer y sólo me quedará despedirme.
La vienen a buscar sin prisa pero sin pausa desde algún paraje desconocido, fue durante un largo tiempo mía que ahora debe ir a cuidar de otros, a preparar delicias para quienes ya no tienen hambre, sueño o frío.
No se a donde me dirijo con estas palabras, me importa poco la belleza literaria de estos párrafos, el blog recupera su objetivo primero y mansamente deja que impregne en él todo lo que siento. La idea de dejarla para siempre rompe un poco mi armadura, me lleva a desnudarme ante ustedes.
Parece que no alcanza con soportar los vaivenes de lo que siente un adolescente por si solo que hay que luchar con factores externos que se empeñan en tirarte abajo. En esta noche de octubre me encontraron desprevenido y toqué el suelo. Por suerte no dejo de escuchar las voces de aliento y las manos que ayudan a levantarme.