
Nunca le tuve miedo a la velocidad y esta vez no será una excepción. Recuerdo infantiles veranos donde mamá le suplicaba a papá que descienda la velocidad y yo disfrutaba de ver el ganado y los árboles pasar a toda velocidad por la ventanilla del automóvil.
Que vamos rápido dirán algunos y puede ser que tengan razón, pero a mi no me asusta. Me gusta este vertiginoso ritmo, vernos en cada rato libre, pasar tardes hermosas juntos, empezar a conocerse y, consecuentemente, a quererse.
Un viaje agradable es el que vamos viviendo pero sin querer y sin poder impedirlo llegó el momento de dividir caminos, aunque sólo sea por unas pocas semanas. Una camioneta me llevará hacia un destino que reconozco como lo más parecido al paraíso y a vos, barcos y aviones, te depositarán en parajes desconocidos del continente.
Que despejar la mente y salir de la ciudad es lo más ansiado no lo dudo, pero habrá que pagar un peaje un tanto costoso: poco menos de un mes pasó desde aquel primer encuentro y poco menos de un mes será el tiempo que pasaré sin los besos, abrazos y caricias que me regalás en estas tardes de verano.
Me voy yendo cada día un poco más pero siempre esperando ese día en que pactemos un nuevo encuentro para reencontrarme con vos, conmigo y con nosotros.