
Otra vez frente al monitor dándome manija, pero hoy no vengo a quejarme porque mi corazón está solo sino porque, al contrario, está muy acompañado. La situación que pretendo describir y transmitir a ustedes mediante este texto es una que puede ser rescatada de un día cualquiera pero también cualquier día se puede convertir en especial...
Una vez más, sentado en mi lugar de la mesa, ese que está frente al televisor y cerca de la heladera. A la derecha está él, el que me banco siempre, el que aunque esté en desacuerdo siempre me dio una mano, el que tiene toda mi confianza y puede decir lo que estoy pensando antes de que pueda darlo a conocer en voz alta.
Enfrente veo a esas dos muchachas con las que por cuestiones no muy claras no llego a compartir todo lo que me gustaría pero cada vez que estamos juntos no nos olvidamos de preguntarnos "¿Cómo anda tu vida?¿Qué contas?". Y en ese momento es cuando reconfirmo que el lazo que nos une está intacto, sacamos a relucir toda la confianza que nos tenemos y contamos descaradamente los golpes que nos dio la vida y las veces que le dimos vuelta el partido.
Y a la izquierda, mientras giro la cabeza veo que no faltaron esos inadaptados que critican al por mayor, que roban sonrisas en cualquier momento, a los que sacarles el último dulce no es un delito sino una gran victoria que recordaremos por mucho tiempo y nos reiremos diciendo "Que hijo de puta, que bien que la hizo ese día."
Estaba disfrutando tanto de ellos que me había olvidado del pequeño SAMSUNG que brillaba sobre la mesa. Como por arte de magia o más bien como un reclamo por no tenerlo en cuenta empezó a vibrar y cantar. Al ver quién era el que había provocado esa reacción en mi celular se empezó a dibujar una nueva sonrisa en mi rostro.
La que llamaba era ella, esa amiguita con la que empezamos hace poco a recorrer un camino juntos pero parece que venimos pateando desde hace rato por los paraísos y pantanos de nuestras vidas. Y después de un caluroso saludo y demás, me contó que estaba con esas loquitas lindas que también son parte de mi día a día hace poco pero que venimos creciendo juntos y vamos a llegar lejos si el destino no nos juega una mala pasada.
Corté el teléfono y antes de volver a depositarlo sobre la mesa, aprovechando que ya lo tenía en la mano, busqué el número de aquella persona con la que compartí 19 años, casi sin perderme nada. Esa persona con la que compartí desde paseos en el cochecito para bebés hasta unos ricos tragos en algún boliche. Obviamente en el medio de eso pasaron miles de cosas y por eso mismo era imposible no saludarnos un día como hoy.
Ahora sí, basta de llamados telefónicos por hoy, los aborrezco y dos al hilo es algo que pocas veces se podrá apreciar en mi rutina. Me doy cuenta de que mientras hablaba con esos personajes de mi historia, en el comedor eramos varios más, había llegado un puñado de esos "psicópatas delirantes" que tan feliz me hacen.
Me quedo con la vista clavada en un punto fijo, ni muy alto ni muy bajo, ni cercano ni lejano. Una pesada mano impacta en mi espalda y una voz salida del mismo sujeto golpeador dice "Eu! ¿Que te pasa?"
Lo miro y sacudiendo la cabeza respondo "Nada, nada. Me colgué." Pero yo se que si me pasaba algo. Me estaba dando cuenta que tengo unos amigos de la puta madre. Y ya a esta altura no me importa si las palabras arruinan el relato, lo importante son ellos y que los tengo y puedo decirles una vez más, FELIZ DÍA.