
Una vez más el muchacho se encuentra en su refugio. Sabe que mañana tendrá, inevitablemente, que cumplir con sus obligaciones. También acepta que es tarde y debería estar con las luces apagadas y los párpados cubriendo los ojos pero no quiere dar por terminado el día sin plasmar lo que le está pasando.
Ya se sabe que esto es Argentina y, en este momento, no somos un país modelo. Todo lo que uno quiere está al final de un camino muy empinado, que muchas veces nos invita a quedarnos a un lado. Tal vez, mientras todo pasa a una distancia considerable de nosotros no nos damos cuenta o, mejor dicho, no nos conviene prestarle la atención que merece pero los problemas están y las falencias existen.
Una realidad que nos lleva a padecer muchas situaciones de las que no somos principales responsables y que tampoco podemos solucionar por sí mismos es la que hoy le da al joven un motivo para escribir. Los duros tiempos golpean de cerca y siente la necesidad de gritar, de no callarse, de abrir los ojos de quienes tienen que actuar y no lo hacen, de mostrarle a éstos que el poder judicial es el hazme reír de quienes tienen que ser juzgados y que el sistema penitenciario no cumple sus funciones sino que empeora las cosas.
Esta realidad detestable es la que lleva al ex-niño a un estado de malestar general consigo mismo por sentirse inútil, por creer que no puede hacer nada, por tener que aceptar que refugiándose en sus textos no conseguirá nada. Todo este rejunte de mierda (no encontré otra palabra más adecuada) es lo que lo lleva a descargarse en el día a día, paso a paso. Es en ese momento cuando pagan los platos rotos los que no fueron parte de este patético almuerzo. En ese preciso instante, los gritos reprimidos por no encontrar al destinatario que los merece, se escapan e impactan en la cara de los que en realidad están a nuestro lado estirándo una mano para que podamos salir de este duro presente.
Todo esto es lo que motivó, hoy, al escritor para dejar unas nuevas líneas antes de disfrutar de un placentero descanso. Se dio cuenta de que unas cuantas veces le pegó palazos a quien no los merecía y por eso escribe, con el fin de solicitar sus disculpas.