
Otro atardecer que se pierde en la pared del fondo de mi casa. Otra esfera anaranjada que va desapareciendo al rozar la medianera. De esta forma van llegando a su fin todos los días, desde antes de mi existencia que supongo que es así, y no es lo único que se mantiene a lo largo del tiempo.
Los hombres y, más precisamente, algunas de sus actitudes más reprochables son las que también están marcadas a fuego en la cotideaneidad. Hace unos días que esta idea merodea por mi cabeza, golpeando la parte interna de los parietales para salir y aspirar un poco de aire fresco.
Nuevamente, en mi día, hace su aparición esta actitud humana que no puedo asimilar después de convivir con ella la totalidad de mi vida. Otra vez, me rodean situaciones indignantes en las que una persona disfruta de ser diferente a otra creyendo que está un escalón más arriba.
Al pasar por la puerta del colegio están esos personajes insensibles que señalan con el índice y muestran sus blancas sonrisas al referirse al "gordo", al "cuatrochi" y, porque no, al "bizco".
Seguís dando pasos por ese barrio tan tuyo y tan extraño, y te encontrás con las señoras que simulan pertenecer a la alta sociedad, ellas a pesar de estar ya marcadas por el paso del tiempo conservan la esencia de esta actitud desagradable. -"Cuidado Mirtha! Ese que viene ahí seguro nos roba. Tiene un buzo sucio, zapatillas gastadas... pinta de chorro"
Y así miles de imágenes reprochables se cruzan en mi cabeza. Lo sufre el gordo, el flaco, el negro, el pálido, el pobre, el que estudia, el desocupado, el enfermo. Lo sufrimos todos. No nos riamos de las diferencias de los demás. No somos todos iguales y no tenemos porque serlo, aceptemos al del al lado y de una vez por todas erradiquemos la DISCRIMINACIÓN.